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ahora los adjetivos en este texto de Camilo José Cela
(…) Mi
padre se llamaba Esteban Duarte Diniz, y era portugués, cuarentón cuando yo niño, y alto y gordo como un monte. Tenía la
color tostada y un
portugués bigote negro que se
echaba para abajo. Según
cuentan, cuando joven le tiraban las guías para arriba, pero, desde que estuvo en la cárcel, se le arruinó la
prestancia, (…) era áspero y brusco y no toleraba que se le
contradijese en nada, manía que yo respetaba por la cuenta que me tenía. Cuando
se enfurecía, cosa que le ocurría con mayor frecuencia de lo que se necesitaba, nos pegaba a mi madre y a
mí las grandes palizas por cualquiera la cosa, palizas que mi madre procuraba
devolverle por ver de corregirlo, pero ante las cuales a mí no me quedaba sino
resignación dados mis pocos años.
¡Se tienen las carnes muy tiernas a tan corta edad!
(…) Mi
madre, al revés que mi padre, no era gruesa, aunque andaba muy bien de estatura; era larga y chupada y no tenía aspecto de buena salud, sino que, por el
contrario, tenía la tez cetrina y las
mejillas hondas y toda
la presencia o de estar tísica o de
no andarle muy lejos; era
también desabrida y violenta, tenía un humor que se
daba a todos los diablos y un lenguaje en la boca que Dios le haya perdonado,
porque blasfemaba las peores cosas a cada momento y por los más débiles motivos.(…) Alrededor
de la boca se le notaban unas cicatrices o señales, pequeñas y rosadas como perdigonadas, que
según creo le habían quedado de unas bubas malignas que tuviera de joven; a veces, por el verano, a las señales les
volvía la vida, se les subía la color y acababan formando como alfileritos de
pus que el otoño se ocupaba de matar y el invierno de barrer.
Camilo
José Cela, La familia de Pascual Duarte
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